Ser vistos: La clave del apego y la sanación emocional
"Nuestra identidad se construye a través de la mirada del otro. Os introduzco a cómo el apego, el trauma y la validación afectan nuestra autoestima y bienestar emocional, y por qué ser vistos es clave para la sanación."
Desde que nacemos, nos configuramos a través de la mirada del otro. No basta con estar en el mundo: necesitamos ser reconocidos, validados, sentir que nuestra existencia tiene un eco en los ojos y el corazón de quienes nos rodean. Esa mirada no es solo un reflejo, es el primer lenguaje con el que aprendemos quiénes somos y cuánto valemos.
A través de los gestos de amor, las respuestas que recibimos, la calidez (o ausencia) del contacto, vamos construyendo un repertorio de creencias sobre nosotros mismos y sobre el mundo. Eric Berne hablaba de las posiciones existenciales, guiones de vida que moldean nuestra forma de estar en el mundo. Cuando estas posiciones se construyen desde la carencia, desde la falta de validación, pueden llevarnos a sentir que nuestro lugar en la vida es frágil, incierto, condicionado siempre por el reconocimiento externo.
Entre mis pacientes, es común encontrar personas atrapadas en guiones de desvalorización. "No soy suficiente", "no merezco", "tengo que hacer más para ser querido". Estos relatos internos, que a menudo se originan en la infancia, colocan al individuo en una posición de "Yo no estoy bien - Tú estás bien", lo que significa que su valía solo existe en función del otro. Son personas que llegan a terapia con la sensación de estar desconectadas de sí mismas, conscientes de que no se quieren lo suficiente, de que se han acostumbrado a relaciones donde el amor es condicional, donde el cuidado propio se posterga o se negocia a cambio de aceptación. En el contexto actual, donde el discurso del autocuidado y la autosuficiencia está tan presente, a veces esto se siente como una exigencia más: "debería quererme", "debería saber estar bien solo". Pero, ¿qué pasa cuando la raíz del problema no es la falta de voluntad, sino una historia de heridas invisibles?
Lo que ocurre es que cuando nuestra forma de sentir el mundo está anclada en esos primeros vínculos, el daño en la relación con nuestros cuidadores crea todo un entramado de emociones enterradas, creencias limitantes y mecanismos de defensa que no se disuelven con la mera racionalización. No basta con entenderlo, con decirnos "tengo que cambiar mi forma de pensar". Lo primero, lo esencial, es ser vistos. De la manera en la que no lo fuimos.
Eric Berne hablaba de que el niño, en su estado genuino, nace desde una posición de "Yo estoy bien - Tú estás bien". Esto nos revela algo fundamental: en nuestra esencia, somos valiosos y merecemos amor, en un mundo donde el otro también es valioso y merece amor. Sin embargo, cuando la mirada del otro nos negó esta verdad, cuando aprendimos que debíamos hacer algo para ser dignos de atención, nos desconectamos de esa base segura.
La reparación no llega solo desde la autoafirmación, sino desde una experiencia relacional distinta. Un vínculo que nos refleje de una forma nueva, que nos permita sentirnos vistos, reconocidos en nuestra vulnerabilidad y en nuestra dignidad. La sanación ocurre en la experiencia de ser mirados sin juicio, de que alguien sostenga lo que somos sin intentar corregirlo ni minimizarlo. Ocurre cuando podemos existir en la presencia de otro sin miedo a desaparecer.
Porque, al final, ser vistos no es solo ser mirados: es existir en la mirada del otro y descubrir, a través de ella, que siempre fuimos suficientes.